
Era una mañana de esas en las que da pereza levantarse y hacer cualquier cosa. Claro que la falta de presión vino condicionada al hecho de que al fin de cuentas era fin de semana, podía descansar y decidir tranquilamente qué hacer durante el día. Lamentablemente mi espíritu de acción estaba decidido a seguir descansando aun cuando mis ojos se resistían a cerrarse porque ya mi cuerpo había cubierto las horas necesarias de sueño. Así fue que tomé la decisión de quedarme tumbada sobre la cama mirando al techo.
De repente, se me antojó un poco de música para terminar de ponerle el melodrama a esa situación tan penosa de hastío, inercia y paralización de casi todos mis sentidos. Agarré el móvil sin tener que hacer otro movimiento que el de estirar mi brazo hasta alcanzar la mesita de noche que tenía justo al lado de la cama. Lo desbloqueé y ahí estaba esperándome la última playlist de Spotify.
Normalmente voy directo a mi música favorita, pero esta vez quise escuchar una lista diferente, así que dejé que la suerte del ‘Reproducir playlist’ me sorprendiera… el resultado no fue lo tan sorprendente ni grato que esperaba.
El Taxi… esa canción cargada de recuerdos y que ha quedado en mi cabeza como uno de los peores temas musicales, totalmente a la altura de esa categoría. Sólo atiné a dar un suspiro profundo de queja por mi mala suerte.
Yo la conocí en un taxi, en camino al club
Yo la conocí en un taxi, en camino al club
Así empieza la letra, pero claro, una se entera antes de que efectivamente es “la canción” porque ese ruido del background del principio es identificable a mil leguas de distancia. Debo reconocer que mis oídos se han hecho sensibles a su detección. Digo ruido y con eso ya quiero posicionarme claramente en que se trata de un tema que me desagrada desde principio a fin, y una de mis motivaciones para creer en esto, además de la letra, es la trayectoria poco fiable de su autor: Osmani García, el tan mal aclamado y autodenominado “La Voz”.
La espectacularización vanal de su vida es lo que ha despertado más que nada la relativa fama de este hombre. Cubano y residente actualmente en Miami, Estados Unidos. Osmani García ha levantado su fama a través de los escándalos asociados a sus relaciones personales, en donde él y su exmusa Dayami han sido la historia que ha dado visibilidad a su carrera artística.
Además de eso no hay más nada, o si, una carrera musical prácticamente vacía y sin otra visible proyección que la de generar interés con su perfil en redes sociales. Si no lo creen basta con visitarlas o, también CiberCuba puede ser una referencia, medio que al parecer ha seguido bastante activamente la vida de este personaje.
Hay que reconocer que la canción de El Taxi ganó mucha popularidad. No se puede tapar el sol con un dedo, el reguetón vende.
Críticas pudiéramos señalar muchas sin ser expertos en música: la canción es extensa, hay una muy evidente pobreza léxica. Ante todo esto, el autor se vale de ello para reafirmar su masculinidad en el discurso, posicionándose como protagonista central, ilustrando a la mujer como el objeto de su virilidad, y de placer.
Me lo
paro
El taxi
Me lo paro
El taxi
Me lo paro
El taxi
Me lo paro
Lo paro con una mano, lo paro que yo la vi
Cho cho cho fe para el taxi
Cho cho cho cho cho fe para el taxi
Quizás también este hombre viva de la autoemoción que le genera su música. A muchas personas les gusta esta canción y respeto la decisión, como bien dicen, “para gustos los colores”. Seguro que habrá peor música en toda la historia, pero no dejo de hilvanar cada letra de El Taxi y con ello cuestionarme en si no habrá sido una invención propia de su falta de talento y habilidades como cantante.
La canción reproduce los mitos relativos al ámbito de las conquistas sexuales como espacio de legitimación de la masculinidad donde la idea es vincularse sexualmente, pero no afectivamente. La mujer se percibe como ese objeto a alcanzar cual si fuese un premio para un hombre que se plantea la conquista como “la colección de ‘medallas de guerra’ que representan a cada mujer o coito logrado” (Salas, 2005, p. 71).
Ella
está pa un accidente, no me importa si está crazy
No me importa si hace vino por ahí
(…)
No me
importa si es casada
No la quiero pa instalarme
Yo no quiero que sea sólo para mí
(…)
Ella hace de todo to to to to to
Ella sabe de todo to to to to to
Y me pregunto, ¿qué querrá decir exactamente eso de “ella hace de todo to to to to to”?
En su Sitio Web La fábrica de éxitos se vale de la palabra para adornar su carrera musical. Se trata de un Web desactualizada que parece ser que en algún momento le sirvió para visibilizar su contenido artístico. Insisto en que me gustaría saber quién está detrás de esas aduladoras letras que casi que lo describen como el nuevo talento del siglo XXI. Se dice que “Osmani tiene precisamente eso, una Fábrica de Éxitos, lo mismo cuando compone un merengue, un reguetón, una balada o incursiona en cualquier nuevo género musical”. O cosas como que “todo lo que toca se convierte en melodía que llega al mismo corazón de su pueblo”… ¿en serio? Supongo que el fenómeno de generalizar lo hayan exagerado “un poquito”.
La letra no tiene ningún atractivo. Todo su discurso gira en torno a la figura de la mujer y a la sexualidad femenina, en un intento por casar este binomio presente en la música de este tipo de género musical. La participación de las mujeres queda reducida al coro y a la ‘sensualidad’ de la imagen de sus cuerpos en la producción audiovisual. Se convierte en esa imagen mutilada, puesta en función de los intereses de esa masculinidad construida.
Está dura, dura, qué dura
Pero ya tú sabes que ella quiere efectivo dinero, visa qué chula,
Lula,
Con culo de mula,
Y no le tengas duda, ella le saca todo el jugo a la uva
Que hace vino, sí Hace vino
Parece “cool” terminar en inglés y esta práctica es seguida por muchos temas de reguetón. Osmany la sigue para no quedarse atrás y sellar su canción con broche de oro:
Everything is just fine, why?
Because she makes wine
Everything is just fine, why?
Because she makes wine
La visión de la masculinidad en este ritmo musical coincide con una visión tradicional del rol de los hombres como parte del sistema patriarcal. Se trata de un contenido posicionado porque de alguna manera bebe de códigos legitimados socialmente para despertar el interés de las audiencias. Esto último se presenta como una de las razones para poder entender por qué sigue generando convocatoria y aceptación en general.
Reconozco que El Taxi, después de todo, ha merecido mi atención, pero no precisamente porque despierte mi satisfacción. Creo que si de algo ha servido, es para alentar a la crítica de los mitos y estereotipos que tienen normalizados, muchas canciones de este género musical.
Sólo espero que la suerte no me vuelva a tentar a escucharla.
Referencias bibliográficas
Salas, José Manuel (2005). Hombres que rompen mandatos: la prevención de la violencia. San José. Instituto WEM.