… En memoria a Toni Morrison

Desde niña tuve una premonición que me ha acompañado toda la vida. Pocos eventos recuerdo de la época de enseñanza preescolar y los primeros años de la primaria, culpa de mi memoria a largo plazo. Sin embargo, hay un momento que siempre recordaré como si fuera ayer y al que me fuerzo a volver para no perder su nitidez.
Hubo una vez en que me encontraba en el patio de la casa de una de mis amigas de la infancia. Después de llevarnos un tiempo jugando a las casitas, nos aburrimos y decidimos cambiar la dinámica. No teníamos claro que hacer, así que nos sentamos y pusimos hablar. Aclaro que no tengo ni la más remota idea de lo que hablamos. En mi cabeza, el recuerdo se centra en la parte en la que una de nosotras sostiene, lo que consideré en ese momento, el libro más grueso que había visto en mi vida.
En lo que mi amiga empieza a hojearlo, yo me quedo hipnotizada, viéndola tan interesada en lo que, a la distancia que estaba, parecían ilustraciones a colores. A mi alrededor, las demás parecían entretenidas en la olvidada conversación. Todo en mi pequeño mundo interior se convirtió en la necesidad de tener ese libro en mis manos.
La historia no es mucho más larga. Me contuve para dejar que mi amiga saboreara una milésima de tiempo más aquel tesoro y luego iría a por él. Así fue como, en lo que las otras chicas hablaban, me acerqué. Ya había dibujado en mi mente el plan si las cosas se ponían difíciles y ella se rehusaba a prestármelo, iba preparada. Al llegar a su lado bajé la guardia y gentilmente pedí que me lo mostrara, muy en el fondo no estaba segura de qué hacer si me decía que no, supongo que esperar molesta.
Cuando lo tuve en mis manos sentí una satisfacción inexplicable. Yo sólo atiné a apartarme con él entre las manos y con el deseo de prolongar esa grata sensación por un rato más. Empecé a hojear página tras página, me fijaba en todo, pero lo que más llamó mi atención fueron las letras. No tenía ni idea de lo que decía el libro, ni cómo se llamaba, tampoco lo recuerdo ahora. Era muy pequeña y apenas empezaba a conocer las vocales.
En ese justo momento, se produjo algo inesperado: deseé con todas mis fuerzas aprender a leer, estaba convencida de que la lectura sería una de mis pasiones, y no me equivoqué. Recuerdo que cuando aprendí a leer devoraba libros enteros en un solo día, de todos los géneros, yo me mostraba abierta a cualquier folio con letras. Lo que empezaron siendo dos o tres, se convirtieron en un montón que ahora me siento incapaz de enumerar.
De todas mis viejas lecturas aprendí muchísimo, yo buscaba viajar a través de las historias, reconocerme a través de ellas y perpetuar la satisfacción que encontraba con cada fragmento del texto leído. Así me pasó con El Principito, Corazón, Las Mil y una noches, entre otros que siguen siendo los más hermoso regalos de mi colección, pues llegaron sin ser esperados. Luego llegarían lecturas recomendadas, de todas estas, con una de las que me quedo es con Ojos azules (The Bluest Eye, 1970).
He de decir que la selección del libro no es fortuita. Viene dado porque de muchas historias que he leído, las de Toni Morrison tienen esa frescura y esos matices especiales que hacen cercana la trama. Sus obras y ella, todo en conjunto es especial. Hablar de una sola, sería como quedarse con sed de más porque la autora de Ojos azules fue, sin lugar a duda, un ícono de la literatura universal.
Sula (1973), La canción de Salomón (Song of Solomon, 1977), Beloved (1987), Jazz (1992) y Paraíso (Paradise, 1997), conforman grandes obras que llegaron para quedarse. Morrison aborda problemas tan crudos y latentes en la realidad social pasada y contemporánea como el racismo, la violencia de género y el precedente que sentó la esclavitud como base de la discriminación racial más cruel que se mantiene en la actualidad. Su éxito la condujo a ser premiada en 1988 con el Premio Pulitzer y el Premio Nobel de Literatura en 1993.
Me gusta citar Ojos azules porque es la historia que ella misma pidió leer y esta fue su motivación para hilvanarla. En una entrevista de 2014 con la revista del Fondo Nacional para las Artes, la autora aseguró que la escribió “porque quería leerla. Creía que ese tipo de libro, ese tipo de personaje -las niñas negras más vulnerables, menos atendidas, menos tomadas en serio- nunca habían existido realmente en la literatura. Como no pude encontrar un libro que lo hiciera, pensé bueno, lo escribiré yo y después lo leeré”.
El libro cuenta sobre la vida de una chica negra. Su nombre es Pecola, quien estaba obsesionada por tener los ojos azules para sentirse bella y admirada, en un país donde su cuerpo y en general sus rasgos físicos no cumplían la norma. Sufre de una violación por parte de su propio padre, quien a menudo la maltrataba. Su personaje refleja la discriminación racial y las múltiples opresiones a las que acaban siendo sometidas las mujeres negras por las normas patriarcales, etnocéntricas y heteronormativas que encuadran el mundo.
Sus obras son un reflejo de la maestría que poseía al escribir y el compromiso que siempre tuvo con la comunidad afroamericana, eso le hizo saltarse las omisiones y silencios que muchas veces calla la historia sobre la esclavitud y los rezagos de esta, poniendo letras mayúsculas en todas las vejaciones que relataba y que formaron parte de la sangrienta lucha por la libertad. Esto lo podemos encontrar en la que fuera su obra cumbre, Beloved.
En ella Morrison se remite a la época de la esclavitud, dándole voz propia y visibilizando la complejidad y difícil situación de lxs esclavos a través de un personaje real, la esclava afroamericana, Margaret Garner, quien se escapó a Ohio, un estado libre en 1856. Garner reencarna a la protagonista, Sethe, quien prefiere matar a su hija de dos años antes de verla sometida a todos los lesos crímenes que conllevaba ser mujer negra y por lo que se había obligado a huir. “Beloved se convierte en la alegoría de un pasado y de una historia, de cierta «soledad» incontenible e insoslayable que nunca ha sido comunicada” (Holloway, 1989, p. 179).
En sus historias, recrea la suya propia, pero no la suya personal, sino la que toca de fondo a los afroamericanos de ayer y hoy. Morrison no fue sólo literatura, fue activismo, antirracismo, no violencia, lucha en contra de las injusticias sociales. Fue ante todo, una mujer con familia y amigos que deben estar sufriendo su reciente pérdida.
Pero centrarnos en la pérdida sólo sería como restarle importancia a su verdadero legado, ese que construyó durante toda su vida y lo hizo especialmente desde la palabra. Las suyas cuentan discursos de amor, dolor, compromiso, sacrificio, orgullo, lucha y defensa constante hacia lxs hijxs de la esclavitud. En ella no hay aversión que valga… “todo en ella es fluido y expectante”*.
Referencias bibliográficas
Holloway. K. F.C. (1989). Beloved. Black American Literature Forum 23, pp. 179-82.
*Fragmento del libro Ojos azules.
Una respuesta a “«Todo en ella es fluido y expectante»”