
Existe una tendencia de elevada popularidad que caracteriza la cultura popular de Corea del Sur y es el fenómeno conocido como la ola Hallyu u ola coreana. Con este se hace referencia a productos propios de su cultura popular que han experimentado un boom en su comercialización a través del cine, las series de televisión, la música pop, la gastronomía, la moda y la estética.
Fueron los doramas o dramas coreanos los que comenzaron el despertar del interés por la cultura coreana a nivel mundial. Si hay algo que llama mucho la atención de estos productos son: la fastuosidad de las imágenes que transmiten, el atractivo elenco de actores y actrices. También son reconocidos por las historias míticas de amor romántico en las que reproducen determinados clichés y estereotipos propios y universales.
Los medios han sido fundamentales en la internacionalización y difusión del conocimiento sobre esta cultura. También, el elevado nivel de consumidores adeptos ha influido en su crecimiento exponencial.

Uno de los factores de éxito de la ola Hallyu continúa siendo el apego de estos productos a la imagen estereotípica y rol tradicional de la mujer y el hombre. De modo que es posible que, aunque su procedencia sea de un contexto tan particular como el coreano, muchas de sus esencias suelen ser fácilmente compartidas en otros contextos.
Este fenómeno de la comercialización de productos que derivan de la cultura popular se ha extendido a otros procesos y causas, siendo una de ellas el feminismo. Lo vemos en las propuestas transgresoras que están haciendo las celebrities a favor de la igualdad de género. El cuestionamiento sobre las realidades diversas de la vida de las mujeres es uno de los tópicos que más ha llamado la atención puesto que rompe con el esquema de producción vigente, alejándose de los tradicionales masivamente consumidos.
Los resultados de estas contribuciones, algunas de las cuales no son nuevas, han traído como consecuencia la popularización de la agenda feminista más como una mercancía comercial de moda que como corriente revolucionaria de justicia social que debe ser radical con todos los mitos y estereotipos que mantiene de base el sistema hegemónico.
Hay una tendencia a nombrar este fenómeno como Feminismo Pop, término usado en ocasiones para nombrar la adherencia de las celebridades a discursos afines al feminismo con el ánimo de hacerlo parte de la promoción de su sello artístico, sin que necesariamente sus actitudes también lo sean en consecuencia. Un ejemplo muy claro lo vemos en la producción musical de las reconocidas como divas del pop.
Esta corriente peca de disuadir la verdadera importancia del movimiento, utilizando la causa como una estrategia comercializable para ganar audiencias. Ello reduce drásticamente su fuerza y demerita su importancia real, en lo que la convierte en algo “políticamente correcto”.
Las celebrities se han aprovechado de la asimilación positiva frente a los temas de género, lo cual usan a su favor para provocar a la audiencia con productos contrahegemónicos, sin embargo, no dejan de utilizar algunos de los recursos tradicionales que reproducen estereotipos predominantes, manteniéndose fieles a los intereses del capital. Así vemos como la hipersexualización y la preocupación por un tipo de estética preestablecida termina siendo una constante para satisfacer los deseos de la audiencia.
En los últimos años se ha dado un crecimiento exponencial de artistas mujeres que subvierten a medias, las formas de producción de contenidos, así como existen artistas que permanecen cómodas ante las formas de producción tradicionales. Existe un repertorio de contenidos que han emergido para posicionarse como productos deconstructores del poder hegemónico masculino. Tal es el caso de Madonna, la reconocida «reina del pop». El uso de una estética sexualmente provocativa y extravagante ha definido su producción musical, la que ha estado especialmente conectada con recursos llamados a una estrategia sexual intencionada.
Actualmente es mucho más visible la cantidad de artistas que se han hecho eco de esta revolución de discursos feministas aparentemente rompedores y cuestionadores permanentes de las esencias del sistema heteropatriarcal, y a su vez, reproductores de muchas de las prácticas que critica.
Un ejemplo reciente lo encontramos en Beyoncé, la que en su producción musical combina una imagen muy comercial, sexy y provocativa; a la vez que se preocupa por la desigualdad entre mujeres y hombres. Mientras en su discurso aboga por la igualdad, mantiene una imagen que no renuncia a estereotipos. “Este tipo de feminismo es lo que algunas críticas llaman el «feel-good feminism», una reivindicación suave, «descafeinada». En la producción de Beyoncé hay una ambigüedad que fluctúa entre lo comercial y lo revindicativo” (Martínez, 2017, p. 483).

Es positivo destacar que estos discursos están teniendo mucha importancia por la influencia que tienen en las narrativas sobre las mujeres. Pero con el discurso no es suficiente, sus prácticas pudieran ser más coherentes en acción con la razón social del movimiento. El feminismo descafeinado termina siendo una propuesta sin suficiente fuerza porque lanza una mirada ambigua que reivindica parcialmente el problema. Otro malestar muy serio es el afán de comercializarlo como un producto que está a la moda, lo que hace que pierda su esencia y se diluya su carácter político transformador.
Sin embargo hay propuestas que empiezan a sentirse verdaderamente coherentes con la necesaria deconstrucción real de los imaginarios sexistas sobre las mujeres. Tal es el caso de Alicia Keys. La artista decide no maquillarse como desafío a los cánones de belleza femenina. Dicho proceso reivindicativo desde su experiencia personal convierte sus creaciones en productos culturales más coherente con la causa feminista y propulsa un espíritu de autoconciencia que incomoda a la tradicional forma de verse representada como mujer.
Vemos como su música pasa a tener una trascendencia desde el terreno personal a lo político. Movilizar todas las fuerzas del movimiento requerirá necesariamente renunciar a las patologías de un feminismo descafeinado que termina haciendo concesiones a las estrategias sexistas del patriarcado.
Lo personal se convierte en político y esta es la premisa fundamental con la que se debe jugar para que, a través de la cultura popular, el Feminismo pase de convertirse en una propuesta descafeinada a una transformadora que contemple todos los ingredientes que definen por esencia al movimiento.
Referencias
Martínez C., S. (2017). Las divas del pop y la identidad feminista: reivindicación, contradicción y consumo cultural. Investig. Fem (Rev.) 8(2), pp. 475-492.