
El feminicidio es un problema histórico y una forma de expresión extrema de la violencia de género. Algunas de sus raíces se pueden encontrar en los siglos XVI y XVII, período caracterizado por la cacería de brujas en Europa Occidental y luego en Escocia, denominado también como ‘brujo-manía’. Aunque en ese tiempo estaba lejos de ser considerado un problema, constituía una lacra asociada a la violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo.
Aun cuando las condicionantes históricas que desataron la brujo-manía son diferentes a las que dan lugar a la violencia de género en el contexto actual, constituye un antecedente de peso para explicar el fenómeno de la violencia como problema ancestral. Contribuye también a comprender lo arraigado que está el sistema patriarcal y los paradigmas de apoyo de los que se ha valido para mantener el control social sobre las mujeres.
Un ejemplo de la violencia de género como fenómeno histórico es el relato sobre el origen de la expresión rule of thumb (ley del pulgar), derivado del poder judicial atribuido como derecho al hombre para ejercer el control sobre su mujer mediante la utilización de una vara no más gruesa que su dedo pulgar. Actualmente también el asesinato, mutilación, la violación son algunas de las formas en las que se expresa basadas en la concepción de una supremacía masculina legitimada como dominante.
En 1976, las autoras Rusell y Radford acuñan el término de femicidio íntimo para nombrar un problema de carácter social histórico y referirse a la violencia de género que ocurre en el ámbito doméstico. Siguiendo esta línea, lo profundizan concibiéndolo como un mecanismo de temor que impone la sociedad patriarcal a las mujeres que se han rebelado contra la normatividad del sistema. Este concepto tiene sus carencias al reducir la magnitud de la violencia de género. Las autoras definen el femicidio (Femicide, su traducción del inglés) como:
“La forma más extrema de terrorismo sexista motivado por odio, desprecio, placer o sentido de propiedad sobre una mujer. Llamar al femicidio asesinato misógino elimina la ambigüedad de los términos asexuados de homicidio y asesinato.” (Rusell & Radford, 2006, p. 57).
Marcela Lagarde propone ‘feminicidio’ como término de mayores connotaciones. Femicidio sólo significa el homicidio de mujeres y oculta la verdadera implicación social del asesinato de mujeres por parte de los hombres, de ahí a que le otorgue más fuerza al definirlo como:
“Conjunto de violaciones a los derechos humanos de las mujeres que contienen los crímenes y las desapariciones de las mujeres (…) es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que permiten atentados violentos contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de niñas y mujeres” (Lagarde, 2008, p. 216).
Este término será de uso frecuente en el contexto latinoamericano. En la región las altas tasas de feminicidio son un síntoma de la desigualdad de género y las vulnerabilidades que de ella resultan. Alrededor de 12 mil mujeres son asesinadas todos los años, además de que se encuentra más de la mitad de los 25 países del mundo con las más altas tasas de feminicidio –de hecho, son 7 entre los 10 primeros (Avelar, Rosa de Moraes & Díaz, 2018, p. 3).
En 13 países de América Latina y el Caribe se han logrado leyes específicas de protección integral contra la violencia hacia las mujeres, sin embargo, esto no declara su solución, sigue siendo un reto de cara a la realidad de la región.
En Cuba, no es menor apreciar que se cuenta con algunas instituciones que tienen a su cargo la atención al problema, por ejemplo, la Federación de Mujeres Cubanas de la que forman parte 174 Casas de Atención a la Mujer y la Familia, cuyo objeto social comprende el apoyo a víctimas de violencia o los Servicios de Orientación Jurídica del Centro Nacional de Educación Sexual, etc.
Sin embargo todavía sigue siendo una carencia del sistema jurídico cubano el no contar con una Ley Integral contra la Violencia de Género, demanda que ni siquiera fue incluida en el actual calendario legislativo para implementar la nueva Constitución de 2020. Eso influye en la mirada en la que como sociedad percibamos, sensibilicemos y nos cuestionemos el problema o nos ceguemos ante el mismo.
Los datos sueltos y evaluados por omisión sin duda le otorgan poco favor a la posibilidad de sensibilizar frente a este fenómeno. Tal es el caso de la noticia publicada en el Diario Granma, Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba, quien dice que en 2019 la tasa anual de feminicidios en Cuba fue de 0,99, cifra que solo registra a las mujeres asesinadas a manos de parejas o exparejas, lo que para varios especialistas es inferior al número real.
Mientras se sigue adoleciendo de estadísticas, y las escasas que existen en relación al problema siguen siendo citadas como un triunfo, cuando en realidad constituyen una fotografía poco fiable de la realidad. Lo que vemos es apenas la cúspide de iceberg.
Referencias bibliográficas
Avelar, R.; Rosa de Moraes, O. C. & Díaz, M. (2018). Género, justicia y seguridad en Brasil y en Colombia: ¿Cómo prevenir y tratar la violencia contra las mujeres? Artículo Estratégico No. 30, Instituto Igarapé.
Lagarde, M. (2008). Antropología, feminismo y política: violencia feminicida y derechos humanos de las mujeres. México: Universidad Autónoma de México (UNAM).
Rusell, D. & Radforf, J. (2006). Feminicidio. La política del asesinato de las mujeres. Centro de Investigaciones interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México.