Juan y Medio y su fórmula de la felicidad

Decía Mo Gawdat, un exejecutivo de Google que la fórmula de la felicidad es: F ≥ e – E, lo que significa: la felicidad es mayor o igual que los eventos que ocurren en tu vida, menos las expectativas que tienes de la propia vida. En sus palabras:

«Descubrí que la felicidad se trata de una configuración predeterminada. Los niños nacen felices. Pero a medida que avanzamos en la vida, crecemos fuera de ese estado. La clave de la felicidad consiste pues en controlar la manera en que comparamos los acontecimientos de nuestra vida con nuestras expectativas. Está en contentarnos con lo que tenemos en el momento presente, en lugar de esforzarnos por conseguir más».

Es un tema tan recurrente el de la búsqueda de la felicidad, que siempre es demandado y a todos interesa porque tiene que ver con nuestras emociones, con el alcance de nuestra plenitud como seres humanos. Son múltiples las teorías y medios que se encaminan a darnos una ruta, una guía para alcanzarla. Suelen variar también nuestras aspiraciones sobre lo que entendemos por felicidad, muchas veces asociado al entorno sentimental y relacionada con un estado subjetivo de bienestar y satisfacción personal que las personas sienten con una relación.

Suele pasar que la felicidad en este ámbito de las relaciones de pareja tiene que ver con seguir el camino “natural” a partir de las necesidades que tenemos como seres sociales que somos: formar una familia, tener hijos/as, etc. etc hasta llegar a la tercera de edad, disfrutar de una célula familiar propia, pareja y dejarnos llevar por el curso de la vida.

Pues sí, esto es básicamente un mantra naturalizado que no garantiza en lo absoluto la felicidad, pero se ha legitimado como al menos el camino. Lo que me choca de esto es el creerlo natural porque hace que toda persona que no siga esta ruta desencaje y desde fuera lo posicionen dentro de la categoría de lo “no natural” muchas veces sinónimo de “malo”, “raro”, “no correcto” y un sin número de adjetivaciones que tienen connotación negativa casi siempre.

No, no estamos obligados a tener una pareja, a formar una familia, a tener hijos, esto es y siempre será una decisión elegida que nadie nos tiene que imponer. Y digo esto porque, tanto para muchos abiertos de mente como para los cerrados, esto es una rareza. Llevamos tan anclados los aprendizajes en torno al deber ser de la naturaleza de nuestra vida, que cualquier cosa diferente queda excluida.

Les habla alguien que también tiene aprehendido el aprendizaje de la felicidad de acuerdo al modelo tradicional, les digo que no, no es una rareza. Mal visto debe ser cuestionar o no respetar las decisiones ajenas en torno a lo que cada cual quiera hacer con su vida, para eso es SU VIDA.

Y hablando de la felicidad y del modelo tradicional para alcanzarla, hablemos de las personas que se han encaminado por este modelo, que también merece ser respetado como otro cualquiera. Más exactamente me gustaría hablar sobre uno de los programas televisivos insignes promotor de este modelo y nos referimos a Juan y Medio, todo un acontecimiento televisivo.

JUAN Y MEDIO

Se trata de un programa transmitido por Canal Sur, el principal canal de la Agencia Pública Empresarial de la Radio y Televisión de Andalucía. Juan y Medio es el nombre artístico del presentador principal del programa. Su nombre real es Juan José Bautista, y en compañía de la presentadora Eva Ruiz se encargan de su desarrollo. El almeriense conduce desde hace doce años el programa ‘La tarde, aquí y ahora’, un espacio dedicado a la tercera edad que ha sellado episodios entrañables a lo largo de sus años de emisión. La afabilidad y el sentido del humor de los presentadores le han hecho merecer una alta demanda televisiva y el respeto de su audiencia. 

El programa se emite diariamente en la actualidad (de lunes a viernes), en directo, de 15:45 a 18:30 (aproximadamente). Su composición actual está organizada en dos secciones fijas y otras esporádicas. Las fijas son En compañía se vive mejor y la de Actualidad, siendo la primera su sección principal, lo que le ha significado su prevalencia tanto en importancia como en extensión, suponiendo aproximadamente entre el 70 y el 95% de su duración.

Juan y Medio da visibilidad a una tercera edad necesitada de compañía y posibilita que, a través del programa, entren en contacto con otras que se encuentren en una situación parecida y tengan personalidades afines. En el proceso de desarrollo del programa los invitados cuentan resumidamente los pasajes más representativos de sus vidas. Juan y Medio es por tanto más que un personaje televisivo, es también una historia, y no una, sino muchas y diversas, esto es sin duda su gancho principal, lo que se ve reforzado por el resultado. Lo que le da todavía más fuerza es que visibilizan también el después, parejas ya establecidas gracias al programa, van a narrar su experiencia y a comentar cómo son sus vidas ya acompañadas.

El momento de selección de los acontecimientos que se cuentan de cada persona responde sin dudas al interés televisivo que descarta los pasajes que se consideren editorialmente poco interesantes. Aparece así una clara adaptación de los hechos. El proceso que da lugar a la formación de parejas empieza semanas antes de la presentación de los invitados en plató, se llevan a casa un listado de contactos con las personas que llaman interesadas en él/ella y esto conduce a la selección de la persona que se considere más afín al invitado.

La fidelidad de su audiencia, los constantes agradecimientos que recibe de sus invitados, así como el listado de espera con el que cuenta el programa para ser invitado y público, son algunos de los indicadores de su éxito. Además de que no se puede pasar por alto su rentabilidad, la que, según datos arrojados por la periodista Ana Ordaz en su trabajo de investigación de Máster, Juan y Medio, a través de su productora IndaloyMedia S.L., habría llegado a cobrar de Canal Sur hasta 5,4 millones de euros por sus programas La tarde aquí y ahora, Yo soy del Sur o Menuda noche durante el año 2017.

Juan y Medio propone un poco más del modelo tradicional de la felicidad, responde a necesidades concretas y en el proceso resulta divertido, entretenido y por supuesto, socialmente aceptado. Es relevante en tanto anima y promueve que personas con necesidad de afecto se encuentren, pero no se puede negar que este programa, en tanto gana audiencias reproduciendo los mismos esquemas también los legitima. Nos vende una única fórmula, dejando fuera todo lo demás, y lo diferente, amigos míos, puede ser una decisión elegida. No existe una única fórmula, la felicidad es lo que cada quien quiera y desea para su vida.


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